De niño, poniendo mano como de
costumbre en la biblioteca de mi casa, tendría yo unos seis o siete años, me
topé con un libro verde de manuscritos que de repente comencé a hojear. Estaba
lleno de dedicatorias dirigidas con mucho afecto a la niña o a la joven Gloria,
mi madre. Se trataba de su cuaderno de autógrafos, entre los cuales había uno
firmado Rafael Solano, esa fue la primera vez en mi vida que escuché el nombre del
Maestro. Mi pregunta de quién era ese señor fue respondida poniendo Mi Vieja a sonar en su tocadiscos (discos de vinilo, obvio) a Marco Antonio Muñiz cantando
Por Amor. Traigo la anécdota, porque
hace unas cuantas semanas terminé de leer “Música y pensamiento”, libro
entrañable, donde el Maestro comparte con el lector sus influencias
musicales, el transcurrir de su carrera
a través de profundas reflexiones sobre la realidad del músico dominicano a lo
largo de la historia. Nos relata su relación con el piano, amigo inseparable
que desde aquel de juguete, siempre le
acompaña. Todas las páginas son como sentarnos a conversar con un señor
enormemente culto, que nos introduce en una máquina del tiempo, para hablarnos
de música, claro está, pero también de tantos lugares del mundo, sus
costumbres, de historia, de ires y venires, donde también nos reconstruye de
manera sublime su Puerto Plata natal, en los tiempos de su niñez y juventud,
esa de la playa, el parque, la loma, el puerto, donde muchas veces vio llegar
los barcos llenos de hambre en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Esa
ciudad de Prud’Homme, de Lockward, de Llibre, y de tanto talento puesto en
manos del arte y a la cultura dominicana, de esos “sueños de salitre” que hoy se
han vuelto realidad.
jueves, 18 de febrero de 2016
viernes, 7 de agosto de 2015
Palomo turpial
Cuanto te hablé
Nunca pensé que llegaría tan lejos
El fútbol era el dueño de mi tiempo
Y no sabía del credo la mitad
Mi estado de forma emocional
presagiaba derrota por goleada
Me refugié en la amistad
Palomo, palomo me repetía
Dejé que mis instintos tomaran la rienda
Los paseos sobre las piedras fueron llegando
De acompañante apareció tu aroma
Eres fuego y ya estaba dispuesto a quemarme
Unas cuentas noches después
De palomo evolucioné a turpial
Que entre las sábanas te susurra bajito
Tu lado es mi lado y así siento la vida
Nunca pensé que llegaría tan lejos
El fútbol era el dueño de mi tiempo
Y no sabía del credo la mitad
Mi estado de forma emocional
presagiaba derrota por goleada
Me refugié en la amistad
Palomo, palomo me repetía
Dejé que mis instintos tomaran la rienda
Los paseos sobre las piedras fueron llegando
De acompañante apareció tu aroma
Eres fuego y ya estaba dispuesto a quemarme
Unas cuentas noches después
De palomo evolucioné a turpial
Que entre las sábanas te susurra bajito
Tu lado es mi lado y así siento la vida
lunes, 28 de octubre de 2013
De fusiones e invasiones pacíficas.
La migración es uno de los
tantos fenómenos de la humanidad que se encuentran por encima de la ley, ni la
mejor política garantiza su pleno control, mucho menos podrá erradicarla. El
servicio de guardacostas de Puerto Rico cuenta con radares de última generación
para detectar embarcaciones ilegales, muchas son capturadas, las que no la
historia nos la presenta en forma de desgracia y muerte. A pesar de eso los
viajes en yola continúan, como continúan los del Magreb a las costas de
Andalucía. El instinto de supervivencia
del ser humano es más fuerte que todos los sentimientos nacionalistas del mundo
juntos. A partir de ese sentimiento patriótico y nacionalista, muchas veces
alejado de todo análisis y método, en República Dominicana hemos querido encontrarle
solución a la migración haitiana. Por muchos años hemos creído que el remedio
pasa por mandarlos a todos de vuelta, recientemente como gran panacea
intentamos desnacionalizar. Sin dudas un
sin sentido no sólo desde el punto de vista jurídico también desde lo humano. Las
cosas deben iniciar a partir de un proceso de regularización eternamente
aplazado y sacarnos un poco de nuestro discurso palabras como invasión pacífica
y fusión. No hay que temer, si Halloween y
Thanksgiving no son una amenaza para la cultura que nos distingue como pueblo,
tampoco lo son el creole y el vudú.
viernes, 21 de junio de 2013
Sobre La Civilización del Espectáculo.
A finales de los ochenta el Perú
se encontraba en medio de una campaña presidencial de la que Mario Vargas Llosa
fue protagonista. A través de ese proceso fue que pude escuchar por primera vez
su nombre. No tenía idea que detrás de ese discurso político se encontraba uno
de los más grandes referentes de la narrativa de todos los tiempos. Lo descubrí
en los estantes de mi casa, dentro de los primeros años de mi adolescencia,
mientras buscaba otros horizontes más allá de los del Barco de Vapor. Recuerdo
como ahora el maltratado ejemplar de “La Tía Julia y El Escribidor“ que devoré
sin piedad y cuya buena sensación pese a lo ya pasado conservo en el algún
lugar de mi existencia. Hace poco terminé de leer su último libro, La
Civilización del Espectáculo, un ensayo con el rigor literario propio de un
Premio Nobel, con una crítica llena de controversia pero que desborda
lucidez. Una especie de llamado de
atención al tratamiento que la sociedad de hoy le da a la cultura, donde nos
muestra con sesgo de pesimismo como las banalidades le están arrancando al ser
humano su capacidad de pensar, hasta el punto de idiotizarlo y arrancarle su
sensibilidad. Por un lado es cierto, las
cosas que dice están pasando hoy día tal cual. Sin embargo aunque el retrato
que nos presenta no puede ser más fiel a la realidad, difiero en las conjeturas
que hace de cara a lo que se vendrá, porque a pesar de que muchas cosas se nos
están yendo a la mierda, albergo el pensamiento de que cosas nuevas y buenas le
esperan a la humanidad pese a tanta maraña y estupidez. El de la Civilización del Espectáculo es un
Vargas Llosa abuelito, que nos relata con rabieta su inconformidad a que un
joven de hoy no sepa disfrutar a Joyce ni tampoco pueda apreciar el encanto de
una pintura de Rembrandt.
lunes, 29 de abril de 2013
Nueva Orleáns
A comienzo de año vamos afinando
las metas que deseamos cumplir. Para un viajero, construir su lista de destinos
es una tarea de motivación constante y, dentro de esos nombres, salvo un caso
especial, difícilmente aparezca Nueva Orleáns. En mi caso ha sido así, en mi
lista puse a groso modo regresar al Perú, irme con mamá a Europa. Hasta que dos
amigos, de esos que la vida te hace llamarlos hermanos, se aparecieron en mi
oficina para decirme que en abril se iban para allá. No lo pensé dos veces, la
fecha, el coro y las historias que pudieran escribirse al lado de estos seres
entrañables me hicieron decirles de inmediato, anótenme que me voy con ustedes.
Y la ciudad no defraudó, fueron cuatro días espectaculares. Nueva Orleáns tiene
una energía impresionante, es la mezcla de muchas historias que se conjugan
para brindarnos un presente a ritmo de blues y de jazz, que cada noche se toca
y se siente en vivo en cada rincón.
Quedé fascinado como esta ciudad al sur del imperio, se resiste a los
embates de la transculturación estadounidense, a fuerza de una identidad
envidiable que pudimos disfrutar a través de su gente, encantadora; de su
cocina, deliciosa, donde los sabores criollos afroamericanos, latinos y los
mariscos, se entremezclan para hacernos delirar, todo, radicalmente opuesto al
dispárate deconstructivo de la gastronomía de la famosa comida basura. Besando
ambas riveras del Río Mississippi, la ciudad conserva el urbanismo
arquitectónico de los tiempos de la colonia, el Barrio Francés y Garden
District son un ejemplo de que esos legados victorianos de antaño pueden
cohabitar junto a los avasallantes rascacielos. Es un lugar donde se la pasa
muy bien, en el que si la vida me deja, volvería otra vez.
martes, 12 de marzo de 2013
Cuarteta de esas noches
Tengo los recuerdos puestos esta noche
Como la ropa que me quitabas a oscuras
Siento tus manos moviendo las aguas
Comiéndose las ganas sin reproche
viernes, 22 de febrero de 2013
Siempre intruso.
La noche
alcanza lugares prohibidos
Tierras
sobre donde una vez dormía
Pero la
distancia infinita se impone
Y entre
ella hay amenazantes espinas
Lejos
puedo verme en aquel tiempo
Que no
añoro, no extraño, no entiendo
El
placer lo conseguía todo, hasta el amor
Merodeando
percibo las voces de antaño
Haciéndome
pasar por imprudente
Desaparezco
entre las sombras, me ven
Y el
escuchar se vuelve adicción
Inoportuna
sean las horas, los momentos
Inoportuno
yo, nada ha cambiado
Salvo
este silencio que es parte de hoy.
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